Pertenecía ella a siglos de mujeres que superaron a Penélope.
La inútil. Tejía con el primor de las arañas, prendas, lencería y otras
ocurrencias. Y, tal como ellas, nunca desbarataba
en la noche lo que tejía en el día. No. Una vuelta de puntos o varetas mal
contados se resolvía con la magia de sus dedos. Las ocurrencias, incluso,
alcanzaron a abrirle una brecha en las pasarelas, un gurú de la moda le hizo el
guiño: su croché expresaba el espíritu de la época, en sus hilos encontraba una
explosión de estrambóticas armonías. Pero el hombre de la tejedora se fue. La
abandonó. Entonces ella refundió los hilos. O él se los llevó. Ovillos enteros,
y, enredado en ellos, el hilo de Ariadna. De otro modo no se explica que ella
se volviera muchacha. Sí. Salvo los senos, el vientre, los muslos y rodillas,
ella se volvió muchacha. Salvo un nudo de amarguras en la comisura de su risa,
ella se volvió muchacha. Sus dedos, laboriosos, sintieron la ausencia de los
hilos y le reclamaron. Pero ella sólo escuchó al pulgar. Le compró un I-phone
de última generación, y él digitó, digitó y digitó.
PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS 2015 CON: ¨LA HOGUERA LAME MI PIEL CON CARIÑO DE PERRO¨ PUBLICADA POR SEIX BARRAL CON EL TÍTULO: "AFUERA CRECE UN MUNDO" Esta página es sobre palabras de mujer ... Les adelanto que ellas tienen resonancias del siglo, menos por llevar medio vivido que por el gusto que me dan las palabras que dicen verdad, fantasías, las que dicen mentiras y las feas, las palabrotas emocionales que insultan y exclaman, y las palabras alucinadas.
viernes, 14 de febrero de 2014
sábado, 1 de febrero de 2014
CONTINUACIÓN
Esta es la otra parte: tuvo una experiencia maternal. Él la
bautizó “hija” en el tanque del lavadero. La entretenía con pompas de jabón, la
ponía a soplar la espuma. Cantaban. Ella, su canto entrecortado, con remotos
ecos de las armonías. Jirones de canto, canto en hilachas. Él, esos mismos
cantos pero resucitados. Tan bien los cantaba que ella aplaudía. Si ella
insistía en llevar su muñeca, él no objetaba nada. Después la envolvía en la
toalla. ¡Cómo recibía ella el abrazo de lavanda que las toallas le regalan al
cuerpo! La puesta del pañal constaba de los mágicos y acuciosos momentos que ha
tenido casi, desde Lucy. Lucy a secas, sin sky
with diamonds: mientras él lo acomodaba y ajustaba los cierres, no sin
antes comprobar la precisa coloración de los lunares, el cuarteado natural de
las arrugas, mientras él respiraba un parte de tranquilidad, ella le
desenredaba las greñas a la muñeca. Ese día ella recibió el abrazo de la toalla,
la limpia caricia con olor a lavanda y, de camino a la habitación, porque ella
gozaba de una habitación, de camino allá, la cabeza blanca de ella se clavó en
el hombro de él con un peso hondo, muy hondo. Entonces, él paró en seco y algo
en sus entrañas, llamémoslo útero, se desgarró.
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