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PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS 2015 CON: ¨LA HOGUERA LAME MI PIEL CON CARIÑO DE PERRO¨ PUBLICADA POR SEIX BARRAL CON EL TÍTULO: "AFUERA CRECE UN MUNDO" Esta página es sobre palabras de mujer ... Les adelanto que ellas tienen resonancias del siglo, menos por llevar medio vivido que por el gusto que me dan las palabras que dicen verdad, fantasías, las que dicen mentiras y las feas, las palabrotas emocionales que insultan y exclaman, y las palabras alucinadas.
viernes, 20 de octubre de 2017
jueves, 19 de octubre de 2017
TRANSFIGURACIÓN DE LA ABUELA
Quedé viuda y algo desalojó mi cuerpo, ¡pah!, hizo saltar un
tapón unánime que amarraba sentidos, espíritu y cabeza, todos en uno como la
Trinidad, juro que lo oí: ¡pah! y floté. ¡Cómo era de liviana la luz! Ahí
estaba, bajo mis pies y yo, la sobreaguaba, chapoteando, perdida la mirada ante
esa curiosa dimensión que cobraba el mundo: liviana. En plácida armonía las
cosas con la fuerza de gravedad. Y ella conmigo, leve. Para mis hijos que,
estupefactos, me miraban, lo que sucedía era que, bajo mis pies, y sólo bajo
mis pies, el piso se movía. Nada pudo evitar que sobre mi renca humanidad cayeran
pésames rapaces, agobiantes conmiseraciones, chubasco de lágrimas. Demasiada
cosa encima de mi mareo. Afligidos, mis hijos lloraban un duelo doble, su padre muerto y su madre viuda. Tenía que
ser infinito su dolor, tanto que el llanto se quedaba corto para expresarlo. Entonces,
ella, o sea yo, vomitaba, cómo vomitaba. Las arcadas me dejaron incapaz de
servirme del bastón que uso desde los cuarenta y siete años… … Dejemos a los
muertos descansar en paz. De nada sirvieron el mareol, ni las agüitas, ni el
apretón sincero. En brazos de un par de
nietos encabecé el cortejo fúnebre. El mareo
y no otra cosa me mandaba de bruces contra el féretro. El ansia quería
desalojar órganos y mucosas, y mi estómago respondía con sus diezmados jugos. Compungidos
los asistentes, ni siquiera fruncieron la nariz, para ellos, estoy segura, ese fue un creativo
espectáculo del dolor. De regreso pedí a mis lazarillos que caminaran despacio
porque yo estaba sintiendo demasiado. Así se los dije: Sintiendo demasiado. La
sorpresa me impedía ser precisa: Sintiendo demasiado diferente. Ellos me
miraron como al que se muere. Dicen que detectaron en mí una extraña levedad, y
la identificaron con el paso por el túnel aquel, el que antecede al último resplandor de las neuronas. ¡Yo le
seguía los pasos a su abuelo! Se lo comentaron a sus padres: Menos no se espera
de una unión de cincuenta años, dijeron ellos. Pero yo los consolé. O los
decepcioné. Entre nueve hijos y cuarenta y siete nietos caben las dos
alternativas. Les dije: ¿Así se siente la vida? ¿De manera que el alma no es de
plomo? Yo creía. A nadie nunca le pregunté pero siempre me resultó muy raro que
este cuerpo pesara menos que el alma invisible. De niña no lo supe porque los
niños ignoran muchas cosas. Lo supe a los catorce años, poco después del
matrimonio. Y me acostumbré. Entonces, perdí de vista esta forma de sentir la
vida: liviana y agradable. ¡De manera que existe otra forma de sentir!, ¡de
manera que el aire se deja respirar!, dije. Y todos se miraron. Y no dijeron
nada cuando les anuncié: Para estrenar mi nuevo ser, me voy a conocer el mar.
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