viernes, 14 de febrero de 2014

VUELTA A PENÉLOPE



Pertenecía ella a siglos de mujeres que superaron a Penélope. La inútil. Tejía con el primor de las arañas, prendas, lencería y otras ocurrencias.  Y, tal como ellas, nunca desbarataba en la noche lo que tejía en el día. No. Una vuelta de puntos o varetas mal contados se resolvía con la magia de sus dedos. Las ocurrencias, incluso, alcanzaron a abrirle una brecha en las pasarelas, un gurú de la moda le hizo el guiño: su croché expresaba el espíritu de la época, en sus hilos encontraba una explosión de estrambóticas armonías. Pero el hombre de la tejedora se fue. La abandonó. Entonces ella refundió los hilos. O él se los llevó. Ovillos enteros, y, enredado en ellos, el hilo de Ariadna. De otro modo no se explica que ella se volviera muchacha. Sí. Salvo los senos, el vientre, los muslos y rodillas, ella se volvió muchacha. Salvo un nudo de amarguras en la comisura de su risa, ella se volvió muchacha. Sus dedos, laboriosos, sintieron la ausencia de los hilos y le reclamaron. Pero ella sólo escuchó al pulgar. Le compró un I-phone de última generación, y él digitó, digitó y digitó.